19 de diciembre de 2005

De blogs, bloggeras y pensamientos por extensión.

Mmmmm.... Estuve ausente largo tiempo y en estos días he puesto algunos cuentos que pronto aparecerán en otra sección, o en otra página, o no se dónde aún.
Ese tiempo en que estuve en otro mundo, con otros problemas, me vi privada de uno de mis ejercicios preferidos: leer esos blogs que más me gustan, que me enganchan, que por causas diversas no me dan respiro hasta que leo todo de ellos...
Una vez reinstalada en Santiago, había podido leer poco o nada de sus aventuras (esta chiquilla es muy díscola), y, antes de eso, inmersa como estaba en mi pobre versión criolla del Paciente Inglés (en medio del desierto), y con tanto alboroto en mis días, pues nada. No tuve tiempo para otra cosa más que para quemarme un poco en el fuego del stress.
Bueno, pues en la última semana me puse al día con ella, mi bloggera top, la que es reina sin coronita, la que se lo vive y siente todo (o casi todo). Quién más pues que Gia. En uno de sus últimos post Gía hace una reflexión sobre aquellos que gustan de un pasatiempo especial, ese que algunos eligen y que les hace coleccionar personas; les hace jugar al juego de la seducción, pero esa seducción que se esgrime sólo por un afán de conquistar, de reunir más colmillitos en un collar para colgarlo luego de sus cuellos y ufanarse después. Aunque pensándolo bien tal vez los que se dedican a eso no tengan necesidad de ufanarse, si al cabo ya saben, y llevan cuenta cabal de lo que han cazado.
En fin, el caso es que al leerlo, y como suelo hacer a veces, le escribí a Gia un comentario que me salió un poquito extenso (ups! Sorry Gia), uno que fue casi un artículo. El punto es que ese artículo de Gia me hizo recordar otro en el que ella mencionaba algo sobre el sado (con el que parecía querer experimentar... cosa que nunca se supo si hizo o no). De ahí en más, la bolita no se detuvo más en este pinball que es a veces mi cabeza. Entonces me pregunté qué es lo que me gusta a mí del sexo, o cómo me gusta. Eso condimentado con la subsiguiente pregunta de rigor: cómo es que me pueden seducir, desarmar, en fin, llámenle como quieran.
Terreno escabroso, y no porque la respuesta esté adornada con cosas picantes, salpicada de juguetes sexuales, películas porno o látex a granel. Sorry, pero si esperan eso, pueden cambiar de página. Y es que me doy cuenta de que, aplicando el mismo criterio, por el que pienso que antes de viajar al extranjero, debo conocer mínimamente mi país, bueno pues del mismo modo creo que debo agotar todas las posibilidades y matices que el sexo convencional ofrece (el sexo lésbico, claro está). Ojalá no piensen en la sempiterna postura “del misionero” (que ofrece altas gratificaciones por lo demás). No. Me refiero a utilizar o más bien involucrar a todos los sentidos al momento de amar o de tener una buena y saludable jornada sexual. Oler, tocar, degustar la piel de la otra. Mirar sus formas y SENTIRLAS. Oír la agitación de la respiración, los suaves gemidos de placer emitidos en todas las frecuencias posibles hasta lograr que tu piel se erice. Recorrer y desarmar la cama en busca de ese otro cuerpo que te sigue, te persigue y que a la vez se arranca, se escapa de ti cuando las sensaciones son extremas. Mmmm... A partir de esto recuerdo haber comprobado (empíricamente, faltaba más), que ninguna sesión de buen sexo es igual a otra, aunque lo hagas con la misma persona. Bueno, quizás más de alguien pensará “Ya. OK. No debería ser igual a otra, pero...” Si piensas eso entonces debo señalar que si alguien cae en la rutina, en un sexo plano, sin mayores “ofertas” es porque simplemente no tiene imaginación. El sexo es de a dos (aunque bogo igualmente por la masturbación, que es sana e instructiva). Entonces, cuando es así (de a dos) y somos imaginativos, veremos que las posibilidades son inagotables.
Ahora bien, qué es lo que me seduce? Pues algo muy simple y difícil de encontrar hoy por hoy: la dulzura. Esa genuina, espontánea, pero palpable, esa es la que me seduce. Entonces pienso en "N". Recuerdan a "N"? La chica que fue mi salvadora en mi desventura? Bueno, ella es dulce. Luego, ella me seduce (método Cartesiano: Pienso, luego existo). Y bueno, ya veremos cómo se desenvuelve esta historia con el devenir de los días.

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